donde los famas hacen acopio de sus fuerzas para danzar acompasados mientras cantan atutuá-atutuá,
y las mascaritas bailan el ñogoá-ñogoá.
Entonces, sacan los pollos del caldero y los agitan virtuosamente sobre sus cabezas,
dándoles vueltas para arrojarlos al cielo.
Así santifican, con este ritual, la llegada de la primavera.
Y es así como hasta los niños bizcos, la vieja chepuda y el don gangoso se sienten reyes por un día,
y florecen aunque los pétalos que les brotan tengan la textura de un cacahuete,
que posteriormente parten para celebrar el ritual del nacimiento del pastor.
Finalmente, las viejas gordinflonas golpean sus cabezas contra los cráneos de sus ancestros,
creando la base rítmica para la danza purificadora de la gorigoña.