no es comparable al instante hermanado de la copa de vino,
sin tino ya no es lo mismo.
Aunque chispea el paladar sediento ante el espejismo del cariz de un beso.
Ese breve lapso de tiempo tan buscado y deseado por las ánimas desquiciadas,
aunque técnicamente sea un intercambio viscoso y sudoroso.
Como dos puercos feneciendo en su propia mierda,
abocados a chicharrones tostados,
a contar hormigas, a quitar la hojarasca que queda.
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